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Apple se muda a la mejor oficina del mundo
Hace quince años casi nadie conocía a Apple, apenas unos cuantos diseñadores gráficos que trabajaban con unos ordenadores Macintosh mucho más potentes que sus equivalentes en el mundo del PC. Claro que hace quince años Internet estaba en pañales y nadie conocía YouTube ni Google ni Facebook ni Twitter. Vaya, no los conocíamos porque aún no existían.
Sin embargo, mírense ahora: quien más quien menos tiene una cuenta de Facebook o de Twitter, a menudo miramos vídeos en YouTube y seguro que consultamos el buscador de Google varias veces al día. Y es más que probable que lo hagamos a través de un Macbook, un iPad o un iPhone.
Sí, desde que Apple introdujo el iPod en 2001 y conquistó el mercado de los reproductores mp3, la empresa de la manzana ha ido introduciendo nuevos dispositivos casi cada año hasta colonizar el universo de la electrónica de consumo. Si no de manera física, desde luego de forma simbólica. Todos conocemos el logo, todos conocemos lo que es un Apple Store y todos sabemos que fue la empresa de Cupertino la que inventó el color blanco.
Porque, al margen de sus supuestas ventajas tecnológicas, computacionales o de usabilidad, si algo ha caracterizado a Apple es el revolucionario diseño de sus objetos. Desde el color blanco, algo impensable en el mundo de la informática y la electrónica hasta 2001, pasando por la rueda de control universal, los portátiles de aluminio, los teléfonos con pantalla táctil y sin teclado y casi cualquier otra idea que Steve Jobs y su equipo decidiese que debía pensarse como nunca se había pensado antes.
Así, aunque sus competidores le han imitado e incluso le han superado en prestaciones tecnológicas, la imagen y la forma de los aparatos de Apple sigue siendo un elemento de distinción real y psicológica tanto para sus poseedores como para la marca.
La sede representará la marca
Es lógico pensar, entonces, que Apple quisiese hacer algo parecido con el objeto más grande que jamás va a fabricar. Es lógico pensar que la nueva sede central que la empresa va a construir en Cupertino sea imagen, forma y representación intrínseca de la marca. Que el edificio del cuartel general de Apple sea tan Apple como un Mac, un iPhone o un iPad.
Bueno, podríamos decir que lo han conseguido a medias. O que solo han conseguido la parte de la imagen, pero no tanto la parte de la representación intrínseca.
«Hola Norman, soy Steve. Necesito tu ayuda» fueron las palabras que atravesaron un océano y un continente, desde California hasta Londres, una mañana de 2009. De esa manera tan informal pero tan oficial, Steve Jobs acababa de encargar a Lord Norman Foster el diseño del nuevo edificio que Apple quería construir en sus terrenos de Cupertino. Tras un par de años de trabajo, Jobs presentó el proyecto del nuevo edificio a las autoridades municipales y el alcalde de la ciudad californiana lo aceptó con un discurso más que entusiasta: «La nave nodriza ha aterrizado».
13.000 trabajadores y 7.000 árboles
Porque, efectivamente, el proyecto de Foster + Partners con ingeniería del prestigioso estudio de Arup es una nave espacial. Un anillo de cuatro plantas y casi 60 metros de crujía. Un monumental platillo volante con 460 metros de diámetro exterior en torno a un patio circular de más de 370.000 m2. Más de 37 hectáreas arboladas. Cuando se termine, el Apple Campus 2 albergará a 13.000 trabajadores en una superficie total cubierta de 260.000 m2 sobre un terreno de 710.000 m2.
Además, contará con 28.000 m2 de oficinas dedicadas exclusivamente a I+D, un auditorio con 1.000 localidades, una cafetería capaz de servir a 3.000 personas y más de 7.000 árboles frutales. Cerezos, ciruelos, albaricoqueros y, por supuesto, manzanos. Y por cierto, costará cerca de los 5.000 millones de euros.
«Todo tiene que ver con enormes egos. La pieza de vidrio más grande, la cafetería más grande; todo tiene que ser lo más grande y lo mejor» declaró Stefan Behling a The Guardian en 2013. El antiguo arquitecto del estudio de Foster considera que el edificio empuja los límites de la tecnología en todos los aspectos. Desde el espacio entre las juntas, que se reducen hasta menos de un milímetro, hasta los enormes paneles de vidrio cóncavo que, con sus 12 metros de altura, se fabrican exclusivamente en Alemania con un sistema prácticamente artesanal. Normal que cada pieza cueste cerca del medio millón de euros.
Mismos materiales que en sus productos
Como con el resto de sus productos, Apple no quiere que su edificio se parezca a ningún otro edificio del mundo. De hecho, se diría que el OVNI no se construye, sino que se fabrica con el mismo enfoque e incluso los mismos materiales que los iPads y los iPhones. Así, la atención por el detalle acaba alcanzando niveles de escrutinio casi patológicos, cuando no directamente ridículos.
Los pilares del vestíbulo estarán acabados en el mismo aluminio que un Macbook Pro y las barandillas tienen el mismo radio que las esquinas curvadas de un iPad. De hecho, se emplearon 25 millones de euros para construir una maqueta a escala real de una sección de la fachada donde los empleados de la compañía debatieron el color de las aletas que rematan los forjados. Si eran del blanco blanquísimo de la carcasa de un iPhone o si, por el contrario, eran azulados o un poco demasiado crema.
En septiembre de 2011, coincidiendo con la que sería su última aparición pública, Jobs dijo que «[iban a] construir el mejor edificio de oficinas del mundo. Los estudiantes de arquitectura vendrán aquí a verlo». Bueno, los renders del proyecto están llenos de jóvenes peregrinando felices hacia el edificio, pero me temo que esa imagen no deja de ser un deseo.
Porque el Apple Campus 2 es un eficaz, agradable, energéticamente sostenible, carísimo y enorme edificio de oficinas. Pero es solo eso: un edificio de oficinas. No hay ni rastro de la innovación espacial y arquitectónica que se le supone a Norman Foster y tampoco hay el menor indicio de ese enfoque fresco y revolucionario que Apple imprime a todos sus productos. Es un bonito edificio anular. Seguramente será el edificio corporativo tecnológicamente más avanzado del planeta, pero está lejos de ser el edificio corporativo más sugerente y más interesante del mundo de la arquitectura.
Según empleados de Foster + Partners, los diseños iniciales del proyecto planteaban un edificio más libre, más orgánico, pero la progresiva injerencia de Apple en el desarrollo terminó conformando esa imagen de colosal nave espacial robusta, impermeable, decididamente hermética pese a los cientos de miles de metros cuadrados de vidrio que la recubren.
A fecha de hoy, la obra continúa su construcción a buen ritmo. Habrá que esperar a 2016 o 2017 para comprobar si la nueva sede responde únicamente a la imagen superficial de Apple o tiene algo del espíritu intrínseco de la compañía. A menos que yo esté equivocado y el verdadero espíritu intrínseco de la compañía no sea otro que el de un OVNI gigantesco e impasible en medio de un campo arbolado, que también podría ser.
Fuente: www.eleconomista.es